"...Cuando cayó la noche y volvía a su cama, un viejo trapo peludo, miró una flor y en ella vió reflejados los rasgados ojos de la golondrina. Febril, fué al lago a beber agua, y en el agua también encontró a la golondrina que le sonreía. Y la reconoció en cada hoja, en cada gota de rocío, en cada rayo del sol crepuscular, en cada sombra de la noche que llegaba. Después, la descubrió vestida de plata en la luna llena, para la cual maulló y maulló dolorido. Ya era muy tarde cuando consiguió dormir. Soñó con la golondrina. Era la primera vez que soñaba desde hacía ya muchos años."

"...voló cerca, sobre el gato manchado, y lo tocó levemente con su ala izquierda. El podía oír los latidos del pequeño corazón de la golondrina Sinhá. Ella comenzó a elevarse y desde lejos lo miró. Era el último día de verano." Jorge Amado

Porquerías varias

La sopa de plástico

También conocida como sopa de basura, sopa tóxica o la gran mancha de basura del Pacífico, es una zona del océano cubierta de desechos marinos en el centro del océano Pacífico Norte, localizada entre las coordenadas 135° a 155°O y 35° a 42°N.

Se estima que tiene un tamaño de 1.400.000 kilómetros cuadrados y se caracteriza por tener concentraciones excepcionalmente altas de plástico suspendido y otros desechos que han sido atrapados por las corrientes del giro del Pacífico Norte (formado por un vórtice de corrientes oceánicas).

A pesar de su tamaño y densidad, el lote de basura oceánico es difícilmente visible mediante fotografías por satélite y no es posible localizarlo con radares.

A diferencia de los desechos biodegradables, los plásticos fotodegradables se desintegran en pedazos más pequeños, aunque permanecen siendo polímeros. Este proceso continúa hasta llegar a nivel molecular.

Como los desechos plásticos flotantes fotodegradables se convierten en trozos más pequeños cada vez, se concentran en la parte superior hasta que se desintegran, y el plástico al final llega a ser de un tamaño tan pequeño que puede ser comido por los organismos marinos que viven cerca de la superficie del océano.

Por lo tanto, los residuos de basura entran por completo en la cadena alimenticia.

Charles Moore, oceanógrafo norteamericano creador de la Fundación de Investigación Marina Algalita, la descubrió por casualidad en 1997 durante un crucero de Los Ángeles a Hawai al navegar por un vórtice que los marineros generalmente evitan porque hay poco viento y mucha presión.

Cree que contiene unas cien millones de toneladas de desperdicios.

Esta porquería flota en el océano Pacífico con un tamaño dos veces el territorio de Estados Unidos, cubre cerca de 500 millas de la costa de California, rodea Hawai y se extiende hasta casi Japón.

Según el oceanógrafo Curtis Ebbesmeyer, la mancha es como un ser vivo: "Se mueve como si fuera un gran animal sin correa", capaz de provocar catástrofes cuando se acerca a la costa. "Con frecuencia se aproxima al archipiélago hawaiano, dejando la costa cubierta de plástico".

Según Naciones Unidas, la contaminación del océano provoca la muerte de más de un millón de pájaros marinos cada año y de 100.000 mamíferos acuáticos. Jeringuillas, cigarrillos y cepillos de dientes han sido encontrados en los estómagos de muchos animales muertos. Aunque ya han pasado más de catorce años desde su descubrimiento, nadie ha tomado -hasta el momento- cartas en el asunto para resolver el problema.

Este enorme vertedero está en aguas internacionales, no es parte de las rutas comerciales y no hay presión sobre ningún gobierno o institución para que trate de solucionarlo. Es un poco similar a lo que ocurre con la basura espacial.

La playa de cristal

Esta playa se encuentra en la costa de Mendocino, en California, Estados Unidos, y está formada por millones de pequeños trozos erosionados de vidrio.

Entre los años 1950 a 1967 una empresa se dedicó a utilizar la playa como vertedero, por lo que toneladas de basura, incluyendo vidrios, porcelana, restos de motores y todo tipo de desechos terminaron en esta costa, que por efectos de la naturaleza, terminó convertida en un atractivo turístico.
La erosión marina terminó por triturar los desperdicios, transformando la playa en una acumulación de trozos de cristal.

El área fue adquirida por el estado, siendo parte del Parque MacKerricher, un área abierta al público.

Por si fuera poco, la playa cuenta con un sitio oficial para promover turísticamente el antiguo vertedero y se recomienda a los visitantes no recoger ningún cristal, para preservar “la belleza artificial” del lugar.

Los cristales multicolores suelen brillar en un día soleado creando un efecto muy llamativo.




Mareas de zapatillas

Se calcula que hasta unos 10.000 contenedores se pierden en el mar cada año, generalmente a causa de las tormentas que afectan a los barcos de transporte.

En 2007, algunas playas de la isla Terschelling, aparecieron cubiertas por una extraña marea de zapatillas. El responsable del desastre, fue un buque de transporte que había perdido por lo menos 22 contenedores en una tormenta. Nueve de los contenedores terminaron varados en las playas. Dos de ellos fueron muy dañados por el agua y todo lo que estaba dentro, en su mayoría zapatillas y juguetes, terminaron esparcidos por la playa.

En 1990, el buque Hansa Carrier perdió en una tormenta 21 contenedores frente a la península de Alaska con 80.000 zapatillas Nike.

Un grupo de investigadores oceanógrafos liderados por Curtis Ebbesmeyer, vieron en el desastre la oportunidad de investigar las corrientes oceánicas utilizando las zapatillas cómo marcador: el accidente ofrecía la posibilidad de rastrear, a través de una red de colaboradores, el destino de 80.000 zapatillas a la deriva por el océano Pacífico.

Unas 1.300 zapatillas serían identificadas hasta más de un año después, en costas de EEUU y Canadá.



Patitos de goma

En medio de una furiosa tormenta, en enero de 1992, un buque de carga que había zarpado de Hong Kong rumbo a América se averió en medio del Océano Pacífico, cerca de la línea internacional de cambio de fecha, donde se separan los hemisferios occidental y oriental.

Por culpa de los violentos balanceos del barco, algunos de los contenedores se desprendieron de sus amarras y cayeron al agua. Uno de ellos se abrió vertiendo su cargamento: 29.000 juguetes de plástico para la bañera.

Empujada por el viento y las corrientes oceánicas, esta flotilla de patos amarillos, castores rojos, ranas verdes y tortugas azules, empezó uno de los periplos más grandes del mundo.

Los científicos creen que los juguetes han seguido su camino hacia la costa occidental de Norteamérica, a través de las aguas heladas del Polo Norte, y ahora probablemente se encuentren en su recorrido final por el Atlántico norte.





La invasión de las algas

De la mano “amiga” del hombre, en países como China la contaminación está convirtiendo las costas y los lagos en un caldo verde y repugnante de algas imposible de derrotar.

Este fenómeno se produce por la contaminación industrial y el exceso de productos químicos arrojados en zonas agrícolas: el mar se satura de nutrientes y se convierte en el caldo de cultivo propicio para esta invasión, que se conoce como Algal Bloom.

La floración de estas algas, de millones de células pigmentadas por mililitro, puede producir neurotoxinas y consumir la totalidad del oxigeno del agua, eliminando todo rastro de vida.

En Qingdao, unas 100.000 toneladas de estas algas invadieron la costa, poniendo en peligro las competiciones de vela durante los pasados Juegos Olímpicos. Miles de ciudadanos se volcaron en despejar la costa.

Esta desmesurada e invasora plaga de algas, es frecuente en los lagos chinos, como en el lago Taihu, considerándose una de las principales catástrofes ambientales del país.





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