"...Cuando cayó la noche y volvía a su cama, un viejo trapo peludo, miró una flor y en ella vió reflejados los rasgados ojos de la golondrina. Febril, fué al lago a beber agua, y en el agua también encontró a la golondrina que le sonreía. Y la reconoció en cada hoja, en cada gota de rocío, en cada rayo del sol crepuscular, en cada sombra de la noche que llegaba. Después, la descubrió vestida de plata en la luna llena, para la cual maulló y maulló dolorido. Ya era muy tarde cuando consiguió dormir. Soñó con la golondrina. Era la primera vez que soñaba desde hacía ya muchos años."

"...voló cerca, sobre el gato manchado, y lo tocó levemente con su ala izquierda. El podía oír los latidos del pequeño corazón de la golondrina Sinhá. Ella comenzó a elevarse y desde lejos lo miró. Era el último día de verano." Jorge Amado

Tóxicos

Las personas tóxicas existen. Ellos mismos no se reconocen como tal, y aparecen mezclados en la sociedad de forma completamente aleatoria y aparentando normalidad. Puede ser tu jefe, tu madre, tu amiga, tu hermana e incluso tu pareja.

De manera consciente o inconsciente, sus allegados o conocidos les huyen. Otros padecen inocentemente su toxicidad sin saber hasta qué punto puede ser dañina.

Al hacer una clasificación vemos que hay dos grandes tipos de tóxicos, a cual más peligroso:

1. El envenenador
2. El vampiro

Es posible encontrar individuos que pertenecen a ambos grupos y su toxicidad se multiplica casi por infinito.

El envenenador:

Es aquella persona tóxica que destila un odio visceral y se regodea con la humillación del otro, el que avasalla al semejante, el que busca MANIPULAR con mentiras, el que agrede innecesariamente y desvaloriza al otro para sentirse bien él, el que daña con intención sin jamás pedir una disculpa, el que molesta con sus imposturas, el envidioso de todo lo ajeno y el que urde los problemas para acercar luego sus soluciones. 

Sus conductas se traducen en patologías, y la coexistencia con ellos resulta muy difícil, a veces, imposible.

Hay algunos rasgos de la personalidad que lo definen:

  • Son personas que escuchan poco y hacen uso del monólogo cuando aparentan comunicarse con los demás.
  • Son autorreferenciales, es decir, que siempre se ponen como referencia en todo lo que pasa: “Ha salido bien gracias a mi”, “Ya te lo decía yo”, “Seguro que me toca a mi” .
  • Son personas despreciativas, siempre están alerta, y no desaprovechan nunca la oportunidad de avergonzar a su interlocutor, disfrutando intensamente con ello aunque no lo parezca.
  • Es el tipo de persona que envía anónimos provocativos o insultantes, porque no se atreve a decir las cosas tranquilamente y cara a cara.

No suelen tener un objetivo único, atacan a quien se les acerca o se aproximan a quien les queda mas lejos. Un solo envenenador puede tener cientos de víctimas al mismo tiempo.

La buena noticia es que aunque puedan parecer simpáticos y atractivos a primera vista, son fáciles de detectar, porque ponen al descubierto su toxicidad continuamente y desarrollan una actividad casi frenética para “moldear” a los demás a su antojo.



El vampiro:

Es el tipo de persona tóxica que se alimenta de la energía de los demás, succionando hasta la última gota de vitalidad. Son más difíciles de detectar que los del tipo envenenador, ya que aparecen como pasivos y tratan de engancharse a las emociones de los demás inspirando compasión.

El objetivo de sus actividades suele ser fijo. Siempre toman una o, como mucho, dos personas para extraer lo que desean. Y lo que desean es tu tiempo, tu entusiasmo y tu motivación. Y sobre todo TODA TU ATENCIÓN.

Para tomar el control no dudan en hacerse las víctimas, en inspirar compasión.
A este tipo pertenecen los llorones, los que necesitan tu ayuda constantemente, pasivos, criticones y lastimeros. Producen un efecto secundario de culpabilidad, ya que las víctimas pueden tardar meses, o incluso años, en darse cuenta de su vampirismo, y durante todo ese tiempo sufren por no poder atenderles como creen que merecen.

Es necesario que las personas tóxicas pierdan el control, y la mejor solución es evitarlas o escapar de ellas. También podemos cortarles el acceso a nuestra intimidad. Si no queda mas remedio que convivir con ellas, en la familia o en el trabajo, hay que abstraerse mentalmente de su presencia y acciones. Y para ello hay que ser conscientes de su condición intoxicante.

Las personas tóxicas no valoran para nada las relaciones personales, y aunque aparenten lo contrario, para ellos/as, no tienen importancia. Una vez que te pierdan como víctima, encontrarán otra.

No sé si tienen cura. Quizá sí, pero se corre un grave riesgo al permanecer cerca demasiado tiempo sin protección.

Estos son algunos ejemplos de personalidades tóxicas de uno u otro grupo:

Tóxica envidiosa.

“He ido a la peluquería porque estaba aburrida de mi pelo rubio y rizado de toda la vida. Me lo tiñen de un color bastante más oscuro y me lo alisan. Estoy muy cambiada, pero me miro al espejo y me veo guapa. Llego a casa contenta. Mi marido dice que le encanta. Y a mi me encanta que le encante. Mas tarde, quedo con una amiga para comer en un restaurante. Llego la primera y la espero ya sentada en la mesa. Entra, me saluda con naturalidad y se sienta. Yo sonrío abiertamente. Ella no sonríe, sólo abre la carta y pide la comida. Casi no me mira. Habla de cosas sin importancia. Espero, con una interrogación en la cara. Ella sigue esquivando mi mirada. Come despacio y habla poco. Yo ataco la comida nerviosa, como si me fuera la vida en ello y con el signo de interrogación pintado en la frente. Cuando estamos acabando el postre, me mira directamente por fin. Y en un tono bajito, especial, como para no avergonzarme, musita: “…¡anda, te has cambiado el pelo!…” me muestra una sonrisa torcida y baja un poco más el tono de voz “…bueno, un poco más oscuro te hubiera quedado mejor…”. Yo no digo nada. No soy capaz. Una milésima de segundo después ella cambia de tono y de tema y yo hago como que la escucho. Pagamos y nos despedimos hasta la próxima.”

Tóxica es la “amiga” que no dice ni pío cuando te has cambiado el peinado como si fuera algo vergonzoso y estuvieras horrorosa. Y tú sabes que estás espectacular. Esta tóxica pertenece claramente al grupo de envenenadoras. No comas nunca más con ella cuando tengas la autoestima un poco baja.

Tóxico encendedor de mechas y pelota.

Tóxico es el compañero de trabajo que sabe que te llevas fatal con tu jefa y continuamente aparece para contarte lo que ha dicho de ti a tus espaldas y la pone de cabrona para arriba.
Con un ágil movimiento de cadera, se planta frente a tu mesa y con la actitud corporal de las porteras cotillas de toda la vida, te va explicando, en voz baja, lo que tu jefa piensa de ti y cómo te pone verde. Esto lo repite 10 o 15 veces durante toda la mañana, hasta que consigue que te sulfures y te ardan las orejas. Tú mesa está llena de papeles y de cosas sin terminar.
Haces una rápida valoración sobre la posibilidad de arrastrar a tu jefa de los pelos por todo el pasillo, pero te enfrías poco a poco cuando te imaginas despedida y sin tu mísero sueldo.
Después, en el comedor, ves desde lejos cómo se sienta a comer con tu jefa (que también es la suya), le retira la silla para que se siente, y le ríe las gracias.

Este tóxico también es del primer tipo: envenenador. Lo de pelota es un adorno. Lo mejor es huir en cuanto veas que se acerca. O ponerte los cascos con música para no escuchar nada de lo que te susurra.

Tóxica abusona “plaga de langosta”.

Es la persona que aparece en tu casa sin avisar, que te pilla con el pijama todavía puesto y los pelos de loca recién levantada. Te pide que le hagas un café. Se sienta y empieza a hablar.
Tú te sientes obligada a atenderla para no ser maleducada. Durante un tiempo que parece infinito, tú sigues de pie, quedándote helada con el pijamita, asintiendo con la cabeza a lo que ella dice. Pensando en que te tienes que duchar, que te tienes que vestir, que tienes que ir a por el pan.
Cuando ya no puedes más le dices “perdóname, Fulanita, pero tengo cosas que hacer…” pero Fulanita no te escucha o hace como que no te escucha. Dos horas después, por fin se marcha dedicándote una sonrisa envenenada y alegrándose de verte tan bien.

La mañana ha muerto. Estás hecha un asco y no tienes pan para comer.

Fulanita es del tipo dos, vampiro chupóptero. Después de que esta situación se repita varias veces lo mejor es mirar por la mirilla y hacer como que no estás en casa. Aunque queme el timbre.

Tóxica habladora-hipnotizadora.

Menganita es encantadora. Siempre que te ve, se acerca corriendo a saludarte. Corre mucho, y a ti no te da tiempo a escabullirte. Y cada vez que te encuentras con la simpática Menganita te sientes enferma y vagamente culpable, porque ¡es tan simpática y agradable!
Menganita habla de cosas que no te interesan y de personas que no conoces. Ella habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla, habla. Tú sonríes, sonríes, asientes, sonríes, asientes, dejas vagar tu mente por los confines del universo, asientes, te suenas la nariz. La miras. Sus ojos no son normales. Están fijos en los tuyos, pero en ellos ves como una espiral que gira y gira. El sonido de su voz cada vez es más monótono. Sientes que te estás adormeciendo. Y ella habla, habla y habla y habla y bla, bla bla, bla, aaaaaaaaa!.......
Ese instinto de supervivencia que todos tenemos hace que de pronto despiertes y mascullando torpemente una disculpa huyas apresuradamente. Has estado a punto de ser abducida.

Menganita es otro ejemplo del tipo dos, y además con efecto hipnotizador-sedante para que no te des cuenta cuando te clava los colmillos. Huye con cualquier pretexto, pero no te duermas.

Tóxica siempre enferma y valiente.

Este tipo de persona tóxica encuentra su hábitat perfecto por teléfono. Te llama con una periodicidad inquietante. A veces parece que marca en un calendario cuándo le toca hacerte esa llamada especial.

Empieza preguntando “¿cómo estás”, y sin dejar espacio para que contestes, empieza a relatar lo enferma que está ella y lo valiente y sufrida que es al afrontar sus innumerables problemas.
Es imposible meter baza, darle tu opinión, darle tu consuelo.
Esperas pacientemente a que haga una pausa para respirar para decir algo, pero no la hace. No respira, sólo se queja amargamente.
Y lo gracioso es que después es fácil escuchar como presume en público de que ella jamás se queja porque tiene mucha fortaleza.
Es fácil descubrir a esta persona tóxica: si eres tú la que haces la llamada cuando menos se lo espera, no reconocerás su voz al descolgar el teléfono. Su voz es normal, alegre y hasta dicharachera. Te das cuenta de que sólo utiliza ese tono quejumbroso cuando habla contigo. Porque tú eres su victima.

Tipo dos, vampira que te ha escogido a ti precisamente como victima. Pero no te sientas halagada por ello. Aparta ese teléfono de tu oreja y déjala que se desahogue. O mejor, haz como que se corta la llamada. Y no te sientas culpable.

Tóxica con una espantosa mala-leche.

Es esa persona cariñosa y amable que sabe que amas las golondrinas y te envía fotos de pájaros muertos. O sabe que ha fallecido tu madre y te muestra fotos de cementerios. O se entera de que un tema te daña y te habla continuamente de ello. Escarba hasta hacer sangre, la chupa y al mismo tiempo te inyecta veneno. Los comentarios que suelen acompañar a semejantes atrocidades son del tipo: “¡Fijate…qué penita!” o “…estaba pensando en ti cuando encontré esta foto tan interesante…” y también: “…¡mira qué curioso!”

¿Parece mentira tanta maldad? Pues doy fe de que es cierta. Este caso es una mezcla de los tipos uno y dos. Y si la envenenadora-vampira consigue hacer mella en ti (porque estás pasando un momento débil o doloroso que te pone a su merced), estará dispuesta a permanecer a tu lado para confortarte y acompañarte, como buena amiga que es.

Huye lo más rápido que puedas. No trates de enfrentarte a ella. Después, le dirá a todo el mundo que la culpable eres tú por no saber valorar su afecto y apoyo. Que no te importe. Es un precio muy pequeño por quitártela de encima.

1 comentario:

  1. He podido localizar a la tóxica siempre enferma y valiente y a la vampira (que es la misma). Ya me cotillearás quién era la tóxica gilipollas con la que una rubia de toda la vida, con el pelo más oscuro y liso se fue a comer el otro día. Y la hipnotizadora a la que se le mueven los ojos en círculo. Jajajaja. He pensando en unas cuantas. Me río pero tienes razón. Real como la vida misma. Así que... ¡cuidadín con los vampiros tóxicos!¡Dios nos libre!

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