Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
donde habite el olvido.
(Luis Cernuda)
Lugares abandonados, olvidados. En ocasiones convertidos en testigos de otros tiempos, en didácticos museos. O en estrafalarios museos. Otras veces sugiriendo horror, destrucción. Algunos me han impresionado mucho. Por muy distintas razones he elegido siete lugares, y aquí están:
El cementerio de libros.
Desolador, triste. Este lugar, fue hace 20 años, un depósito municipal de libros escolares en Detroit.
Esta ciudad americana ha ido en declive desde los años cincuenta y en ella abundan los edificios vacíos.
La corrupción y dejadez de la administración terminaron por convertirlos en edificios fantasma.
Las fotos son de
J. Griffioen (Sweet Juniper). Y si quieres ver más puedes hacerlo en la galería del mismo autor en
Flick, aunque advierto que duelen.
La iglesia superviviente.
En Febrero de 1943, una erupción volcánica en el estado mexicano de Michoacán se llevó por delante los pueblos de Paricutín y San Juan Parangaricutiro entre otros.
El volcán protagonista de aquella destrucción y al que después llamaron Paricutín, como una de las poblaciones que arrasó, nació por sorpresa en una llanura donde hasta entonces no se conocía actividad volcánica alguna.
De pronto, se escuchó un fuerte temblor, la tierra se abrió y empezó a escupir vapor y piedras.
Al cabo de una semana, la montaña de ceniza ya alcanzaba los 50 metros y continuó creciendo hasta alcanzar los 600 metros de altura.
La erupción permaneció activa durante 9 años, hasta 1952.
Los ríos de lava crearon una falda de roca de varios kilómetros alrededor del cráter y cubrieron una superficie de 40 kilómetros cuadrados.
Actualmente el volcán tiene una altura de 3,170 m. sobre el nivel del mar.
Sin embargo, no hubo que lamentar víctimas humanas: hubo tiempo para evacuar a todo el mundo.
Sólo hubo algo que la lava respetó: la estructura de la iglesia de San Juan, sitiada por la piedra volcánica y que se convirtió, con el paso del tiempo, en atracción turística.
La estación de Canfranc.
En 1928 fue inaugurada la magnífica estación de Canfranc, en Huesca, por el rey de España Alfonso XIII. No es un edificio viejo y bonito cualquiera sino una emblemática estación de tren, parte de nuestro patrimonio cultural, al ser un lugar que suponía el paso entre Francia y España por el que han ocurrido muchas cosas que reflejan la historia de años atrás.
La magnífica estación, de estilo modernista y aire palaciego, era entonces la mayor de España y la segunda de Europa. Su majestuosa arquitectura, fue imitada en algunas estaciones como la de Atocha en Madrid (la antigua, claro).
En su interior albergaba un hotel de lujo, casino, agencia de aduanas, una oficina del Banco de España, cantina y enfermería.
Era una enorme estación que contaba con 240 metros de longitud, 75 puertas a cada lado, tres alturas, letreros bilingües y vías con el ancho europeo a un lado y con la anchura española al otro. En la misma estación se podía ver la parte francesa y la española tan sólo separadas por unos metros y la aduana.
Y como curiosidad, la estructura del edificio se realizó de hormigón armado, material de gran novedad por aquellos años.
Ocho años después de su inauguración, se cerró por la Guerra Civil.
En 1940 se reabrió y fue testigo del paso de los trenes suizos en que los nazis transportaban el oro de los judíos hacia Madrid o Lisboa. Con él nos pagaban el wolframio que les vendíamos.
Durante la segunda guerra mundial el ambiente era muy tenso allí ya que las SS vigilaban y detenían a aquellos que pillaban pasando a judíos.
Y todo esto ocurría en un precioso escenario decorado tipo Art Decó, con grandes escalinatas de madera y columnas enyesadas con diversos adornos.
La estación fue un eje de comunicaciones relativamente importante, por allí pasaron peregrinos hacia Lourdes, mercancías de todo tipo… pero la rotura del puente francés de LŽEstanguet en 1970, tuvo como consecuencia el cierre del paso internacional, y el deterioro progresivo de la estación.
Actualmente, y con razón, es uno de los edificios históricos más importantes de España y está declarado como bien de interés cultural desde el año 2002. (Fue una de las localizaciones de la película “Doctor Zhivago”).
A finales de los 90 se decide llevar a cabo su restauración, abriéndose un polémico concurso de méritos. Son necesarios millones de euros. La restauración genera todavía más polémica, ya que parece ser que se destruyen algunas características emblemáticas del edificio que podían haber sido restauradas sin mayor problema, ya que según los estudios realizados no se encontraban en situación de derribo (escaleras, columnas, carpintería y mobiliario de madera e incluso la cubierta de pizarra).
Denuncias, recursos judiciales, cambios en el proyecto, mucha indignación y orden de paralización de las obras.
Veo, con sorpresa, como, ya en Febrero de 2012, el Ayuntamiento convoca un concurso de “lluvia de ideas” para la estación y su entorno, en el que se premiará con 150 € en compras en establecimientos de Canfranc a:
1.- La idea más innovadora.
2.- La sostenibilidad social, económica y medioambiental.
3.- La realización en un plazo corto, y la posible ejecución en fases.
4.- La valorización de nuestra historia y patrimonio.
(No me lo invento, está en
www.canfranc.es/anuncios.htm).
La estación fantasma de Chamberí.
El 17 de Octubre de 1919 Alfonso XIII inauguro en Madrid la primera línea de metro que recorría la distancia entre Sol y Cuatro Caminos, pasando por Ríos Rosas, Martínez Campos, Chamberí, Bilbao, Hospicio y Red de San Luis.
Pronto se dieron cuenta de la poca utilidad de la estación de Chamberí, obra del arquitecto Antonio Palacios, porque ya en aquellos tiempos el recorrido de la línea se realizaba en tan sólo 8 minutos, y poco después se demostró que una parada en ese punto no era rentable, ya que se encontraba a pocos metros de las estaciones colindantes y los trenes apenas podían mantener una velocidad aceptable para luego realizar la parada. Además fue también cuando los andenes de las estaciones se ampliaron de 60 a 90 metros.
El 21 de mayo de 1966, las autoridades clausuraron la estación. No fue algo demasiado preparado, y ocurrió como si tal cosa. El último trabajador de la estación cerró las puertas aquel domingo de primavera, y nunca más se abrieron. Allí quedaron las papeleras, con periódicos del día, los anuncios publicitarios de la época, los muebles y taquillas, y hasta billetes en las papeleras... todo quedó intacto aunque la estación fantasma acabó por ser vandalizada: rotura de cristales, pintadas…
En 2006 el Ayuntamiento de Madrid inicia su restauración, y la convierte en Museo en 2008.
Los trabajos permiten al público recorrer la estación, desde las taquillas hasta el andén. A lo largo del recorrido, el visitante descubre una estación de 1919 con todos sus elementos originales -paneles publicitarios de cerámica y el mobiliario de época- que se acompaña de documentación audiovisual sobre la historia del Metro. (Enlace:
www.esmadrid.com/anden0)
El Mazinguer.
10 metros de fibra de vidrio. En una urbanización llamada “Mas de Plata”, en Tarragona. Se encuentra en medio de un pequeño pinar rodeado de chalés, a las afueras de un pueblo llamado Pla de Santa María.
A principios de los ochenta, alguien consideró que Mazinguer Z era una figura lo suficientemente emblemática y popular como para que presidiera la entrada al lugar.
Aunque la urbanización nunca se terminó del todo, allí quedó Mazinguer, oteando el horizonte. En ello está desde hace 25 años, ignorado por la mayoría hasta que hace pocos meses apareció en un programa de televisión. Al menos los vecinos se enorgullecen de él.
Kolmanskop: devorada por la arena.
En el año 1908, atraídos por el hallazgo de diamantes en la zona, los alemanes establecieron una mina en la desértica región del Namib (Namibia) y fundaron la pequeña ciudad de Kolmanskop.
La prosperidad de la mina hizo que la ciudad fuera creciendo en tamaño y que sus habitantes construyeran suntuosas mansiones, un salón de baile y hasta un hospital.
Pero después de la Primera Guerra Mundial, los diamantes empezaron a escasear, su precio cayó, y se encontraron nuevos yacimientos al sur del país, y los alemanes hicieron las maletas.
En un periodo de 40 años el pueblo nació, se desarrolló y murió.
Tras más de 50 años de abandono, este es el aspecto que presenta. (En 1980, la compañía de diamantes “De Beers” asumió la labor de restaurar los edificios y de inaugurar un museo que ahora está abierto al público).
(Para ver más, fotos de Richard Ehrlich:
www.ehrlichphotography.com/photographs/namibia.html)
Parques de Atracciones.
Este es el fantasmal aspecto que presenta un Parque de Atracciones en Japón. Hace unos años, una especie de fiebre llevó a la construcción de cientos de parques de atracciones en el país nipón. Pasada la moda, muchos se sumieron en la bancarrota y algunos ni se molestaron en desmantelarlos.
Este es el cruel destino de muchos Parques de Atracciones en todo el mundo. ¿Dónde están las risas de los niños y la música? Sólo quedó el silencio y la desolación.
Estas fotos son hermanas gemelas de las del Parque de Atracciones de Chernobyl, tantas veces difundidas, y que siguen provocándome escalofríos.